ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN

DEL BOSQUE AUTÓCTONO EN VALLADOLID

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MARTES de 19:30 a 21:30 h. en el vivero:

Facultad de Medicina, entrada por c/ Real de Burgos s/n (frente a la residencia Alfonso VIII)

miércoles, 23 de febrero de 2011

Valdecañas de Cerrato, plantando

Tres arberos coincidimos sin ningún acuerdo previo. Un coche intenta llamar mi atención y me doy cuenta de que es JoseLuis. Pienso que me ha visto andando por la calle y le devuelvo el saludo. Pero no es eso; el coche se para apartándose a la derecha aunque la calle es tan estrecha que no permite el paso de ningún vehículo a pesar de su gesto cívico. Por ello me acerco deprisa (o lo que para mí es deprisa) inquieto por la posibilidad de que llegue un coche o bus por detrás con Murphy al volante.

Viene de la antigua parcela cedida por INEA de recoger los trastos que se han dejado allí ya que no vamos a hacer uso de ella más. Me pregunta si voy al vivero y le contesto afirmativamente sentándome en el asiento del copiloto. Al llegar al vivero encontramos a David, el incombustible y constante David que ya está afanando entre los alvéolos.

Sin ninguna coordinación previa o casi, uno ha ido a seleccionar planta para la plantación de mañana domingo 20 de febrero de 2011 en Valdecañas de Cerrato, otro a depositar las herramientas y el material que viene de la parcela de INEA y otro a poner en remojo la parte inferior de los mangos anoréxicos de las azadas para que dejen de salirse las piezas de metal.

Al día siguiente hay que unir madera y metal componiendo si puede ser una unión indisoluble. Pero por si acaso 24 horas de remojo no dan el resultado deseado, se añade un mazo a las azadas y palines y guantes.

Llevamos alvéolos de encina y de quejigo además de jazmín y rosal silvestre. Solo dos furgonetas de pequeño tamaño llevan toda la herramienta, la planta y a nueve arberos. ¿Alguien da más?

La niebla ha levantado en la ciudad pero a medida que viajamos hacia destino se espesa reduciendo la visibilidad considerablemente. Tememos que el lugar de plantación sea invisible pero tras salir de la autovía la cosa mejora y en el pueblo aparecerá un agradable Sol de febrero entre nubes que se desplazan veloces. La carretera en cambio es lastimosa y solo nos cruzamos con un vehículo.

Esperamos en una despejada plaza a los demás participantes. La única manifestación de vida animal es un perro cojo que se menea perezosamente. Llega una quincena de personas, padres y niños desde Laguna de Duero y me sorprendo de que sea tan amplia la respuesta a los anuncios de la Web según me informa un miembro de TREPA (Trabajadores especializados de poda en altura) cuando le pregunto como se han enterado de la movida. Cobra sentido el nombre de la www y me admiro ingenuamente de su fuerza y posibilidades de vincular personas. Eso es una red que une pero no ata.

Y aún falta toda la gente de Ecologistas en Acción de Palencia que se han ocupado de gestionar la actividad, orgullosos de su trabajo inestimable. Es un placer colaborar con ellos.

Cuando ya ha llegado todo el mundo, alcalde de la localidad incluido somos cuarenta personas en su mayoría adultas pero con una docena de niños lo que viene muy bien para sembrar en la tierra y también en las cabezas como le gusta remarcar a Esteban.

La zona es de quejigal como hemos tenido oportunidad de comprobar al venir al pueblo observando las laderas pobladas de quejigos que se elevan en la distancia a un lado u otro de la lamentable carretera con sus delatoras hojas caídas o conservadas en el árbol mostrando un color parduzco en su marcescencia. Algún milano real nos saluda desde lo alto con su majestuoso vuelo mientras varios córvidos aparecen en tierras de labor desnudas o comenzando a verdear o bien huyen del cuatro ruedas que se arrastra con el motor gruñendo sobre la estrecha cinta de asfalto descarnado por la intemperie hacia el pueblo y sus laderas yesosas donde abundan maclas de yeso, labor del tiempo incansable y siempre prolongado, inabarcable a escala humana de la geología apilando lámina tras lámina de este material con un brillo que jamás tuvo el mejor estucado realizado por las manos hábiles de los nazaríes en la magnífica Alhambra.

En una de esas laderas de buena pendiente es donde vamos a plantar. Dos furgonetas se adelantan con la herramienta y la planta hasta donde el camino está tan embarrado que les impide continuar. Menos de 150 metros separan este punto del lugar donde hay que subir por la ladera y porteamos el material esa distancia. El Ayuntamiento aporta protectores de los buenos, micro perforados, para evitar que los numerosos conejos que pueblan la zona delatados por los corrillos de sus bolitas de caca hagan de las suyas comiéndose los plantones sin aliñar ni nada. Siempre me he preguntado si los conejos harán como los monjes de la Santa Espina que se reunían para defecar juntos en una curiosa sala con un banco corrido con aberturas donde situar las posaderas adosado a la pared. O irá uno tras otro al mismo lugar a soltar sus bolitas. Y por qué insisten en hacer caca en el mismo lugar. No es algo que me impida dormir pero si alguien sabe darme razón de este asunto le estaré agradecido.

Alberto asegura basándose en su experiencia con las plantaciones del cerro de Sanjuanillo que se nota la diferencia a mejor entre este tipo de protectores micro perforados y los de factura propia con malla de plástico.

La gente empieza a plantar con entusiasmo y el Sol calienta con su sonrisa de forma que nos vamos quitando los abrigos cavando agujeros en este suelo blando pero trufado de fragmentos de yeso duro, hecho piedra conformada por láminas en una especie de milhojas de piedra y sin crema. Procuramos crear una faja plantando una extensión horizontal en la parte baja de la ladera en puntos donde no hay huellas ni surcos de arroyada aunque algunos aventureros han ascendido y algunos niños con su natural fuerza incontenible vuelan hasta la parte más alta donde la ladera se aplana en una mesa de yeso como Colones del Cerrato. En cosa de hora y media ya está hecho y ha dado tiempo incluso para que el alcalde de nombre bíblico y alguno de los asistentes hable con la prensa local representada por una periodista y un fotógrafo que le hace la competencia a David.

Pero un grupito se ha quedado aislado y las encinas atrincheradas en sus alvéolos están a punto de derrotarle por cansancio. Es el momento que una integrante elige para pedir ayuda poniendo una mano en horizontal sobre su cabeza en un gesto de “estar hasta aquí” cuando una conocida le pregunta qué tal con lo que cuatro o cinco personas nos acercamos hasta el alvéolo rebelde y en un momentito queda reducido y plantado. Es una perogrullada pero agrada comprobar con la experiencia que la unión hace la fuerza más allá de la mera frase hecha. Me acuerdo de una escena de la peli de David Lynch The Straight Story (esa que aquí se tituló Una historia verdadera aunque Straight era el apellido del protagonista haciendo un doble sentido pues también significa recto, honesto) en la que un hombre muy mayor recorre una burrada de kilómetros conduciendo sentado una segadora de césped que va a la pasmosa velocidad de 5 km/h o algo así para visitar a un hermano con el que no se habla porque le ha dado un infarto. En esa escena (sí, sí, aquí llega el grano) alecciona a una chica partiendo una ramita. Acto seguido reúne un manojito de ramitas y aunque lo intenta es incapaz de romperlo.

En el camino que conduce al pueblo mientras esperamos a que baje todo el mundo para dirigirnos al pueblo y al merecido almuerzo un y una adolescente hablan sobre películas de terror/vísceras. El dice que en esta película matan desmembrando a no se cuantas personas ella le responde que qué películas más horribles ve y el templa asegurando que no es para tanto. Gente de más edad entramos al trapo y le tomamos el pelo criticando la falta de trama de esa peli y mencionando otras películas en cartelera pero vaya en esta no matan a nadie solo hay un montañero que se tiene que cortar a sí mismo un brazo para sobrevivir. Y cómo se hace el torniquete antes de cortar, porque con una sola mano disponible… Pues es un tío muy hábil y retorciendo no se que pieza lo consigue. En esta otra no hay muertos de víscera ni degollados pero el protagonista puede contactar con los muertos…El pobre tiene que retroceder y afirmar que bueno, también le gustan pelis que no son de fiambres en abundancia como los bocatas que servirán de almuerzo.

Un niño se llama Darío y por supuesto hay que hacérselo notar a Ricardo que se halla plantando con Virginia para que compruebe que los nombres de los antiguos reyes persas le persiguen.

Desde el camino, mirando hacia arriba impresiona la imagen de los protectores verdes erectos con los que ha quedado alegrada la ladera yesosa.

Finalmente nos acercamos al pueblo y en el Corro del Sol , una plazoleta con fuente y jardín, reponemos fuerzas mediante bocadillos de embutido y jamón donde el trigo es el absoluto protagonista, con refrescos y cerveza sin alcohol para pasar las migas. Resulta muy propio que la torre de bocatas envueltos en film transparente esté dentro de una de esas cajas de plástico gris calado en las que se suele llevar el pan.

Mientras masticamos sentados en bancos o en el suelo o bien de pie pasa un todoterreno verde de los grandes con una pegatina que rotula en un lateral del capó el mote de su dueño: “musculitos”. Pero no llego a ver al conductor así que no puedo decir si ese apodo se corresponde con la realidad. Después de la sesión de mascado, el alcalde y una lugareña en ropa de deporte nos conducen gentilmente en una ruta turística por este pueblo venido a menos. Así, dejando atrás el corro de la Luna, otra placita más pequeña que la que acogió el ágape nos muestran la portada de la llamada casa del cordón que hace obvios los estragos del tiempo en la piedra labrada pero aún conserva casi intacta buena parte de ese cordón que le da nombre y un escudo flanqueado por un par de leones rampantes y empalmados, supongo que como signo de poder de la orden franciscana. Sobre la puerta hay representados diversos animales en las arquivoltas y otros lugares como corresponde al cariño de San Francisco por ellos. Aún hay más que ver, la siguiente parada tiene lugar ante la fachada de la casa de Pedrín o del inquisidor. La puerta de madera es la original y centenaria. En piedra, arriba y a la izquierda de la puerta se sitúa un escudo grande y a ambos lados ángeles portando una espada mientras que sobre la corona que domina el escudo aparece una gran pluma. Según dicen, pluma y espada es símbolo de la Inquisición. Conviene recordar que no estamos muy lejos de Torquemada. En la misma esquina izquierda de la fachada hay un reloj de Sol y bajo el alero, al lado de la esquina izquierda un altorrelieve en piedra con un Sol esculpido mientras en idéntica posición pero a la derecha se sitúa una luna creciente. Me pregunto que significado tendrá esta continua alusión a los astros que dominan los cielos.

Delante de la fachada, un pequeño patio abierto está flanqueado por setos, el de la derecha de Cotoneaster pleno de bayas rojas casi oculta una estrecha escalera que conduce hacia otra calle y nos llevan ante el antiguo hospital que en tiempos dispuso de dos camas. También es de piedra caliza, con ese aprovechamiento que se hacía antes de los materiales de construcción locales; dado que en esta zona las piedras calizas crecen en las tierras sin ser sembradas por qué no utilizar lo que se brinda generosamente. La fachada del hospital es muy sobria con solo un escudo de piedra rompiendo la monótona linealidad de los muros sin adorno. Junto a la puerta, un poyo de piedra de unos tres metros de largo ofrece asiento y pequeñas matas verdes de Cymbalaria muralis, alguna de ellas florida, que Pruden identifica rápidamente aportando la explicación botánica siguiente: la flor fecundada de la Cymbalaria que antes se llamaba Linaria muralis ( o era Linaria cymbalaria, no recuerdo; es cosa de la mala memoria del que escribe) madura y permite al ovario crecer en longitud, como un pequeño rabito que se interna a través de grietas de la pared buscando la oscuridad a fin de depositar las semillas dentro del muro asegurando de este modo la descendencia.

Cerca del hospital está el bar-colmado donde caemos como una nube de grajillas y compramos pastas y no tomamos café porque el dueño no lo pone. A continuación el grupo se dirige hacia la casa rural que muestra la lugareña pero unos pocos nos quedamos rezagados y con el despiste nos lo perdemos. No obstante Ricardo nos cuenta que está estupenda y tiene buenas vistas.

Nos demoramos con la pereza de una tarde de domingo más el cansancio de la plantación pero toca la hora de irse en el campanario de la iglesia literalmente cubierto de palomas que un niño del pueblo, Aziz, asegura que deberíamos ver. Los palentinos se van a sus casas y los arberos enfilamos camino para Baltanás donde tomamos un café enfrente del cuartel de la guardia civil. El paso siguiente nos conduce a Villaconancio para ver un quejigón centenario que se yergue desafiante al viento y la intemperie pero tocado y descompensando con una gran rama seca derrotada y caída al suelo, rota. El viento sopla feroz dando idea del sufrimiento de este árbol que quizá se ha visto agravado con podas poco adecuadas. En la ladera donde campea como señor absoluto, algunos de sus retoños alzan sus ramas apenas y a su lado tres sabinas pequeñas afrontan la paciente labor de crecer en suelo pobre y clima adverso. Una mirada desde este alto permite observar laderas descarnadas alrededor que producen una sensación inverniza, lúgubre, desoladora en combinación con este viento que obliga a cubrirse la cabeza.

La siguiente parada es en Valoria la Buena y mientras Dori recoge no se que cosa en una casa rural-restaurante de postín comienza a llover.

Dori ha de repostar y nos dividimos para llegar al vivero y descargar todo el material, las azadas que han trabajado sin problemas, los alvéolos listos para ser utilizados de nuevo y los palines. Estamos cansados pero también satisfechos no solo por el trabajo sino por la esperanza que apunta en este día lluvioso en el que cuarenta personas se han unido en un objetivo común negando el gris de ese cielo que vierte generoso sus lágrimas agradecidas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Plantación chez Nines

La tierra insustancial y arenosa pone lecho a este pinar de Villanueva de Duero donde plantamos hoy domingo 13 de febrero de 2011. La tierra húmeda con las lluvias de esta época invernal se trabaja muy bien hasta cierta profundidad. A partir de ahí ya no traspasa el agua y se endurece, seca y llena de cantos que entorpecen la azada o el palín. En la extendida calva de pinos donde nos dispersamos crecen sin prisa las encinas de años anteriores y las que han surgido espontáneamente a partir de bellota de matas agazapadas entre las coníferas esperando con paciencia su momento. Es la Encomienda de las micorrizas de JoseLuis cuya inquieta mente e intrépido corazón no cesan de maquinar nuevas maneras de aportar ciudadanos para mamá Naturaleza.

El terreno se ha usado hace tiempo como basurero y todavía se encuentran restos reconocibles de calzado, botellas y cualquier desperdicio pasado aunque quizá no agotado su ciclo de uso. La labor es pues encomiable, se trata de ennoblecer una zona rodeada de pinos y minada de basuras.

Nines nos recibe agradecida con su acogedora sonrisa cerca de la plaza del pueblo. También esperan dentro de los coches o a la intemperie niños y lugareños que se toman en serio la convocatoria y anteponen la labor al descanso en un día envuelto en la luz apagada que filtra perezosamente la completa cobertura de nubes.

Llegamos coche a coche, una llovizna de arberos y aun se espera a más. En el lugar indicado JoseLuis reparte explicaciones del cómo rodeado por una audiencia de unas cuarenta personas. Efrén, Soraya y más peña del Nendo Dango así como otras tribus que tratan de llevar una vida lo más natural o vinculada a la Naturaleza posible llegan mientras estamos arrancando a cavar. Y tiene mérito, hay algunos que se han desplazado desde lejos no solo para estar sino para colaborar. Por ello es una pena que hayamos traído tan poca planta, menos de 100 encinas y quejigos acompañados de dos cajas llenas de briks con rosal y jazmín silvestres. Aunque por otra parte, no queda mucho espacio para encinar. El toque final lo aportan unos palos hincados al lado de cada nueva planta indicando su situación y elevando la súplica: respétame que también estoy viva.

Los niños son quienes mejor lo pasan con su habilidad particular para socializar. Mirando desde lejos es extraño contemplar la granizada de personas que puntean la tierra y asoman su espalda al cielo. Qué hacen un domingo en vez de estar encamados o haraganeando por sus casas. Somos unas cuarenta personas y toda la planta queda trasvasada en poquito tiempo.

Después nos arremolinamos bajo unos pinos y se prepara un almuerzo campestre con el suelo cubierto de pinaza por mesa. Allí se ve una variedad desde embutido y queso pasando por aceitunas hasta paté de shiitake que sabe a setas.

El nombre del niño Ciro conduce a conversaciones cultas donde Ricardo menciona el Anábasis de Jenofonte. Parece que de alguna forma que se nos escapa todo está relacionado y pasado, presente y futuro se cruzan, ya ves, ahí mismo, un poco más allá de Valladolid justo antes de que recojamos y comience a llover.

El viento

como en tiempos de Ciro

susurra entre los árboles.