Os confesaré algo en el estilo de los que escriben como si
hablaran a los lectores: siempre me ha gustado la ciencia ficción. Hay quien la
tiene por poco seria, mera caja de historias más o menos imaginativas o
fantasiosas. Para mí es un campo magnífico a tener en cuenta; estar atentos a
las ideas que surjan solo puede traer beneficios y en ocasiones vislumbres del
futuro. Si además te distrae, qué más puedes pedir.
En algunas obras se trata de los viajes en el tiempo quizás
como forma de compensar la frustración que puede suponer nuestro paso efímero
por este planeta, un consuelo a base de crear otras realidades, otros mundos. Y
recién salido de una de estas historias mi cabecita tuvo una inspiración. Quién
dura diez mil años o el número exagerado que queramos escribir de ellos. Lo veo
claro, la fascinante Naturaleza, un ente que cambia y resiste adaptándose
maravillosamente a los límites que le marca cada uno de los entornos donde se
desarrolla. Será posible que uno más de sus miembros consiga convertirse en una
sinécdoque de ella? Confiemos en que no.
Hagamos votos porque una especie más, la nuestra, no pase a ser una especie de
más. Bien mirado, con la perspectiva suficiente alguien podría pensar que
sobramos nosotros así que parece razonable dedicarnos a la tarea de cuidar de
nuestra casa, esa nave azul que zarpa de las estrellas de invierno hacia las de
primavera sin dejar de recibir la sonrisa generosa del Sol.
Y en esa tarea nos encuentra a los arberos el sábado 3
de marzo de 2012, reunidos en el vivero que hoy nos empaqueta en
coches y con un impulso firme lanza al grupo hacia Hontoria de Valdearados en el Burgos cercano a Aranda no sin pasar
primero por Peñafiel a recoger el excelente pan de coscoja --a medio camino
entre la torta y un pan propiamente dicho-- de la panadería junto al puente.
Cómo huele en ella! Sin duda este ha de ser uno de los aromas que los dioses
eligieron para su ambrosía. Los almendros todavía no han florecido este año así
que sus flores frescas no alegran nuestra vista mientras los coches cortan el
paisaje y estropean la calma ancestral de Castilla. En cambio a Raúl le florece
un enorme pedazo de pan de coscoja en la mano para compartir con los pasajeros
de su cuatro ruedas al tiempo que le chispean los ojos segovianos. Digamos que
ese pedazo podría pasar por una magnolia más que por una rosa.
A la llegada al pueblo, todo está tranquilo. Julián está
siendo entrevistado en el bar por una periodista que le graba con un cacharrito
tecnológico que parece un lector de mp3 y al acabar le pide fotos de la
plantación lo antes posible. Nos saludamos y tomamos un aupa fuerzas previo a
la labor. Raúl y él se sonríen y se funden en un cálido abrazo que dice mucho
de andanzas pasadas comunes. Los arberos migrantes de Madrid son conocidos de
otros años y el grupo se divide unos hacia la ribera a solventar marras y otros
a comprar comida para el ágape posterior. Este año una de las novedades es la
presencia de Adolfo de Txirpial con su característica energía de acero bien
templado. La animación crece y culmina cuando Raulet al volante de su coche
repleto sube el volumen de Viaje con Nosotros
de la Orquesta Mondragón en el punto de arranque desde donde nos encaminamos
con la planta bien segura en la furgoneta juliana, los briks depositados en
cajas amarradas de tal manera que si un gigante con fuerza cogiera el espacioso
vehículo y lo agitara furioso no se desparramaría ni una sola. Llama la
atención entre toda la herramienta que trae una pala trapezoidal de mango en “T”
tan desgastada por el uso que ya no es ni la mitad de pala que era antes. Aquí
lo de usar y tirar no tiene sentido.
Los protectores de malla negra ya traen hechos los agujeros
para insertar las cañas de bambú y se colocan de maravilla. La tierra ha
retenido humedad de las escasas lluvias y los bambúes con un corte al bies en
uno de sus extremos se hincan de maravilla. Las plantaciones se agilizan mucho
cuando se cuenta con protectores listos para ser colocados.
Los saúcos y las estaquillas de sauce refuerzan a sus
compañeros supervivientes en las dos terrazas a diferente altura cercanas a un
pequeño curso de agua que no lo he comprobado pero creo que va seco. El camino
de acceso de tierra está muy cuidado y no presenta ni un solo bache lo que se
explica viendo el abundante uso por parte de los agricultores de la zona que
vemos pasar a bordo de tractores de varios tamaños con o sin remolque atrás.
Misael asegura que hay muchos que trabajan fuera y solo pueden atender los
cultivos los fines de semana y por ese motivo hay tanto movimiento. El clan
Alvear tiene en Jose Luis a un maestro dedicado a instruir a María una recién
llegada a ARBA VA que después se lo pasa en grande a juzgar por sus risas. Por
el momento escucha y aprende cómo plantar de mano del intrépido Alvear.
Al cabo de poco tiempo la planta traída se ha acabado. De
haber transportado más se habría plantado sin problema ya que hoy somos muchas
manos, alrededor de una veintena de personas. Aunque en este rincón apenas
queda espacio para nuevas plantas.
De vuelta al pueblo se comenta sobre la celebración del
bicentenario de la lucha contra los franceses en Hontoria. Parece que este año
la francesada tendrá un impulso añadido con la efeméride. De nuevo en el bar la mujer que atiende
nuestras comandas nos recibe con una sonrisa agradecida de tener el local con
más sustancia de lo habitual. Un futbolín nos llama a jugar y se crea un
ambiente de diversión donde los equipos de Pilar y Raúl o de María y Mónica o
más tarde de Amanda y Raúl se ven tocados por actuaciones de gloria mientras
David con su zorrería de viejo lobo de futbolín endosa goles a diestra y
siniestra.
Un rato después entra Julián para avisar de que ya podemos
ir al galope hacia el granero donde se come todos los años. Fuera la parrilla
está sobre las brasas y dentro en mesas sobre caballetes se empieza a disponer
platos y alimentos. Al final hay incluso chupito no tan tradicional como a
muchos les gustaría pero sí con cremas de orujo de colores vivos.
Los madrileños recogen con brío para regresar pronto a las casas
cercanas a la capital. Los de Arba Va remoloneamos más y acordamos parar en el
camino de vuelta en Haza, un pueblo culminando un alto del páramo con torre y
fragmentos de murallas que se ve desde la carretera Soria antes de llegar a
Peñafiel. Adolfo se une a nosotros y juntos visitamos el pueblo, desierto a
esta hora de la tarde. Desde la atalaya de Haza el viento sopla y la vista
abarca kilómetros de la extensión castellana ahora parda y mustia pero
conteniendo el aliento verde de la cercana primavera que ya tiene que empezar a
llamar a la puerta. Quién se levanta para abrirla?
La última parada antes de destino se hace en Peñafiel donde
visitamos el Pino Macareno completamente rodeado de casas bajas. Le medimos
usando como módulo base el del arbero Sergio, a razón de metro ochenta y
cinco calculamos unos 17 sergios de altura y unas cuatro personas
de diámetro.
3 comentarios:
Gracias por la inmediatez de lo acontecido, por una vez las viandas no son lo principal. Muy descriptiva la crónica de la la plantación.
Como siempre la crónica es fiel a los acontecimientos acaecidos en la plantación. Dabuten.
Gracias a vosotros por la lectura.
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