ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN

DEL BOSQUE AUTÓCTONO EN VALLADOLID

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MARTES de 19:30 a 21:30 h. en el vivero:

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miércoles, 2 de marzo de 2011

Experiencias en Aguilar de Campos

Llego tarde al vivero a pesar de que he madrugado. El sueño acumulado y el madrugón dominical se han aliado para ello. ¡Las nueve de la mañana de un domingo! Una espesa capa de niebla sigue reinando dentro de mi cerebro. Por suerte fuera el tiempo acompaña más aunque se aprecian signos de un próximo cambio meteorológico. Nada más aparcar me saluda Virginia que vuelve de comprar el periódico. El grupo de arberos bulle y Ana, la peque de Raúl corre a darme un abrazo. Así da gusto que le reciban a uno y obtengo una carga extra de alegría y energía. Raúl y sus dos princesas vienen a estrenarse en esta temporada de plantaciones. Uno de los almendros del arboreto resplandece con sus flores blanco-rosadas iluminando el lugar mientras sus compañeros desnudos todavía duermen el sueño invernal. He llegado el último (que vergüenza) y JoseLuis, el jefe de la micorriza azuza impaciente: pero vámonos ya!, con quién vas? Toda la planta y herramienta está cargada y JoseLuis lleva también una garrafa de cinco litros para dar chupitos de micorriza de Pisolithus Tinctorius, un hongo de aspecto negruzco que una vez seco se puede reducir a puro polvo con millones de partículas micorrizantes. Antes de llegar a destino, es decir a la parcela experimental de Aguilar de Campos alguien recogerá a Txomin en su pueblo. Pero también hay otras paradas en Medina de Rioseco a comprar pan y pastas. En este momento coincidimos el coche de Ricardo en el que viajo y el de Raúl. Mientras Ricardo acude a la panadería, bajo a estirar las piernas y Ana me hace señas y me pide que suba al coche de su pa y continúe con ellos hasta la parcela. Quién puede negarse. Yo no, desde luego así que hago este enroque dinámico y continuamos rodando. Antes de girar abandonando la carretera nacional a lo lejos se ven chispazos blancos intermitentes en una línea eléctrica. Dada la claridad del día, tienen que ser muy intensos, recuerdan un poco a los fastidiosos relámpagos estroboscópicos de los aerogeneradores que son capaces de hacer perceptible su destello indirectamente, reflejado en el cielo despejado de la noche como he tenido ocasión de comprobar con disgusto alguna vez. Pero por la zona de estos brillos repentinos no hay ningún molinazo así que concluimos que el fenómeno ha de darse en la línea eléctrica. Me pregunto si el Sol estará haciendo de las suyas enviando partículas cargadas hasta nosotros o si será cosa de la propia línea eléctrica.

Los caminos están completamente secos y no suponen ningún obstáculo al tránsito. En algunas tierras no obstante todavía permanecen charcas de dimensiones apreciables. En la parcela hago una cuenta y no me fío de los números así que Ana me ayuda y me sorprendo de que seamos 18 personas las que hemos acudido. JoseLuis ya ha empezado a dar instrucciones y se tienden cuerdas entre el damero de estacas para formar una cuadrícula. En cada cuadrado una planta. De la cinta roja para allá estos quejigos. Cada planta con su protector y en esta zona de cabecera de cuadrícula cada árbol con un jazmín. Antes de que empecemos a cavar llega Álvaro con sus gafas de Sol y su chaquetón de camuflaje. Esteban, Raúl y David se marchan a la zona baja junto al arroyuelo para contabilizar planta de otras veces y ver como le va a sauces y otras criaturas hincadas en la tierra.
Para no desmentir su costumbre, sopla un viento intenso e incesante. Comentamos que siempre hace viento aquí, como un desabrimiento de Tierra de Campos.
Esta vez no nos hemos puesto a plantar como locos nada más llegar. En cambio escuchamos las indicaciones de JoseLuis y trotamos detrás de él para plantearle dudas o pedirle labor concreta.
La tierra es compacta y puedes sacar completa la tajada de la pala, pero no está dura como en un verano seco ni se tropieza con piedras que estorben. Mientras Inés comienza a aburrirse de clavar la herramienta en la tierra, Ana ha tomado una azada pequeñita de unos 50 cm. de altura, acorde a su condición infantil y después de pasar un buen rato ayudándome se independiza y hace un hoyo en su propio cuadradote de tierra. Paz se ha arrepentido de venir con poca ropa porque está pillando un trancazo y detrás de sus gafas semioscurecidas los ojos tienen ese delator brillo catarral secundado por la punta de la nariz colorada. Lástima de primera vez, aunque a pesar de todo sigue dando batalla y plantando. Esteban y Mamen dan un chupito de Pisolithus a un grupo determinado de plantas y para rematar JoseLuis esparce dentro de algunos protectores semillas de espárrago silvestre con el objetivo, entre otros, de que una vez crecidos pinchen las hojas de los Quercus y no las dejen escapar. Alguien ha debido de dar jaque mate y JoseLuis toca la bocina de fin de jornada aunque queda planta en los alvéolos pero no cumple no se que condiciones joseluisianas y ahí se queda y se lleva de vuelta al vivero.
Un par de nazarenos (Muscari neglectum) se adelantan a la semana santa de este año y salpican con su morado de uva tinta la cuneta y el terraplén. Es una inflorescencia en racimo muy curiosa que da impresión de fertilidad, de abundancia, con sus numerosos elementos a pesar de su minúsculo tamaño.
Ahora toca almorzar y las aceitunas queso y embutido se trasladan primero a nuestro esófago y luego ya veremos. También hay vino y aparece una botella del afamado y apreciado tinto joven de David. Dos cajas que han traído briks colocadas boca abajo sostienen una plancha de aglomerado chapado en blanco en funciones de mesa. Como es bien sabido todo sabe más rico en el campo y después de trabajar no te cuento, cada bocado un festín. El viento sigue soplando igual a sí mismo y el almuerzo se hace por tanto en la cuneta, resguardados de su soplo en lo posible por los coches. Todo domingo tiene su lunes y así, los coches arrancan y desaparecen atraídos por el imán urbano con sus manecillas implacables. El campo vuelve a su calma de todos los días, a la soledad desnuda del invierno esperando en el nuevo nacimiento que la rueda de las estaciones sea clemente este año. Creo que si le es posible nos echará de menos atesorando las risas, la agitación y el alboroto asperjado por el aire de ese grupito que vuelve a sus ocupaciones. Sin duda lo ha de preferir al ronquido monocorde de los tractores batiéndose en su lucha con la tierra pero cada vez más desconectados de ella, ahora incluso guiados por GPS.

P.S. El señor de la micorriza alza una planta sacada de un alveólo de plástico flexible y con el triunfo en la voz nos entera de que se ve el micelio de las micorrizas. Después se aleja con su trofeo para mostrárselo a Esteban, David y Raul que se afanan cerca de los arroyuelos en la parte baja del terreno.

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