ASOCIACIÓN PARA LA RECUPERACIÓN

DEL BOSQUE AUTÓCTONO EN VALLADOLID

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lunes, 16 de noviembre de 2009

Plantación en Villalán de Campos.
Domingo 15 de Noviembre de 2009.


Participan 76 personas en total, de ellos 16 eran niños.. Se planta en una tierra de propiedad municipal donde ya ha intervenido en dos ocasiones. Se instalan dos Islas de 49 cuadrículas cada una, clavando estacas para facilitar el seguimiento de la planta, riego y recogida de datos. También se planta en el resto de la parcela y en un pequeño arroyo en medio de la tierra. Total 257 plantas de 13 especies: 9 tarays, 7 sauces (Salix atrocinerea), 8 álamos blancos, 14 fresnos, 12 saúcos, 3 Ulmus minor, 81 encinas, 36 quejigos, 51 rosales silvestres, 10 socarrillos, 10 jazmines, 10 espinos y 6 almendros. Organizada por ARBA-VA, el Colectivo Alano de Villalán, su Ayuntamiento y la participación del Colectivo BAH y de la Asociación de Voluntariado Ambiental de la Caixa.



CRÓNICA DE PEDRO MORALA




La llegada al vivero a una temprana hora permite comprobar que ha llovido durante la noche lo que favorece a la planta que llevaremos para Villalán, un pueblito de la provincia de Valladolid que tiene su propio recorrido de Street View en Google mapas o Google earth.

Poco a poco llegan los arberos madrugados en domingo y se cargan en los coches los alveolos, guantes, azadas y otras herramientas. También llevamos unos elegantes chalecos de alta visibilidad con la imagen de ARBA lindamente estampada, aunque luego apenas se hará uso de ellos.

Enfilamos la carretera de León y la ruta hacia destino, una tierra que nos permiten plantar e "islear" según los planes de José Luis, inspirado en el proyecto de "islas forestales" en esta ocasión dentro del mar de Tierra de Campos.
Navegando, navegando, llegamos a Villalán y a su bar donde el personal socializa entre el humo de la nicotina.
Allí se une la gente del pueblo y voluntarios de la Caixa que colaboran con la gran familia arbera. Y lo de familia no es una mera frase hecha, Raúl y José Luis se han traído a todos los suyos.
Por otra parte se está convirtiendo en habitual ver a niños en las plantaciones, un buen signo para el futuro.

El viento sopla con intensidad cuando un grupo de coches nos adelantamos al lugar de plantación, encabezados por José Luis y caemos ingenuamente en la trampa quieta y alevosa de un camino embarrado y salpicado de charcos. El típico camino que se extiende delante del parabrisas con cara de buen chico, en apariencia bastante seco para seguir por él sin peligro. ¡Ay!, las apariencias: las ruedas patinan, giran y giran sin avanzar si tienen la mala suerte de caer en una rodera trazada por los que te preceden y por segunda plantación consecutiva debemos pedir el auxilio y colaboración de la siempre dispuesta ARBA Extrema.

Hay que bajarse de los coches y empujar a los que el solitario, antipático barro atrapa y no suelta. Afortunadamente, los coches responden y con más o menos pericia llegamos al terreno, se descarga la planta y la herramienta e incluso una disolución de diez litros de agua con Pisolithus tinctorius para micorrizar a algunas plantas "isleñas". Acordamos llevar los coches hasta lugar seguro para evitar quedar atrapados en caso de lluvia. Nos espera otro tramo de camino traicionero, pero esta vez, somos más hábiles y a pesar de una subida y charcos apostados en el camino que disparan los nervios y provocan la clavada uñas en la tapicería por parte de algún copiloto, logramos llegar a la salvadora carretera, dejando en ella nuestra firma de barro.

Esta vez, no hemos tenido que pedir la ayuda de tractores o del todo-terreno que hay en el pueblo para salir del barro. Pero amablemente, después de aparcar en las calles de Villalán por segunda vez, el todo-terreno nos devuelve a la plantación obrandose un milagro al estilo de los panes y los peces: ¡nueve personas en este vehículo! sí, sí, unos sentados encima de otros, otros con una pala por "silla", volvemos al terreno donde ya han ido llegando voluntarios y lugareños a los que Efrén explica la forma de llevar a cabo la plantación, siendo secundado por Raúl e Ignacio con su magnífico verbo.

Raúl cuenta más de 70 personas hormigueando de actividad en la parcela. Comprobamos que han sobrevivido encinas, rosales y espinos de años anteriores. Ahora les ofrecemos la compañía de quejigos, rosales, encinas, almendros y así hasta casi la decena de especies.

Paz e Isabel se vuelcan ofreciendo explicaciones, plantando y ayudando a plantar a niños y no tan niños en un ambiente casi diría que festivo. Carlos planta y en ratos de descanso fuma, rememorando tal vez la zozobra producida por el barro al tiempo que Álvaro se multiplica afanando en la zona acotada de la isla donde José Luis abrumado por el número de colaboradores trata de poner orden y concierto botánico. Ignacio se transforma de explicador en jefe de la "cadena de producción" de las protecciones: se cortan los faldones inferiores, que sean de diez centímetros y luego se insertan las cañas por aquí de esta manera así y así. Pilar planta y luego pasa al grupo que prepara las protecciones cosiendo con maña los protectores con cortes para los faldones demasiado largos. Leonor, encapuchada, planta y planta.

Las plantas ya están todas en su sitio cuando se vierten sendos chupitos de Pisolithus tinctorius sobre los Quercus de la isla para rematar con esta micorrización el trabajo realizado. A continuación, con azadas, alveolos, etc., emprendemos el regreso al pueblo empujados por el intenso viento que no cesa.

Llega la hora de la satisfacción por el curro realizado y como no, de reponer fuerzas en el local polivalente al lado del bar. Allí los voluntarios de la Caixa han extendido en las mesas platos con papas fritas, embutidos y dos empanadas gigantes a las que se suman las tortillas de Leonor ( riquísima, doy fe ), el sabroso polllo empanado y deshuesado de Raúl y familia y las viandas traídas por Soraya y Efrén, cocinadas por su abuela, una gran cazuela con entonadoras sopas de ajo calentitas, pollo asado y la siempre socorrida tortilla de patata. También hay que hidratarse y los refrescos y el rico vino de Goyo y otras gentes fluyen por nuestras gargantas agradecidas.

El bar está al lado y mientras unos toman café otros optan por revisar las plantaciones de otros años cercanas al pueblo.

Remoloneamos antes de partir. ¡Para eso es domingo! y finalmente, un grupito decidimos parar, de camino a Valladolid, en Medina de Rioseco y degustar unos pasteles de Marina, dulces de fama de esta localidad a la que llaman ciudad de los Almirantes aunque nunca me he preocupado de saber por qué. Allí entramos anocheciendo y nos ocupamos de mover la mandíbula batiendo el dulce para pasear de seguido por calles tranquilas y soportales cuyas columnas Raúl nos descubre están hechas con troncos de olmo. En una de estas columnas nos indica una argolla "para atar al burro" e Ignacio busca en sus techos unos huecos cuadrados por los que se arrojaba antaño las llaves y se echaba un ojo a ver quien llamaba. Estos huecos también se pueden observar en los soportales de la Plaza Mayor de Valladolid. Los soportales nos reservan una última sorpresa descubierta por Ana. Se trata de lápidas del siglo XVII usadas como pavimento.
Continuamos el paseo por un jardín, donde nos esperan tres olmos que no han sido vencidos por la grafiosis, cerca del lugar donde una de las pequeñas locomotoras del tren burra descansa como testimonio de época pasada. Visto su escaso tamaño comparado con las actuales no sorprende la afirmación ( aunque quizá parece exagerada ) de que en las cuestas a veces había que apearse para empujarla.

Otra plantación de regocijo que ARBA VA se apunta en su libreta de campo. ¿Qué ocurrirá en la próxima? Si continúa la saga aventurera y ARBA Extrema vuelve a aparecer, quién sabe...

Fotos plantación Villalán

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